Autor: Scott McCloud (guión y dibujo).
Editorial: Planeta Cómic.
Formato: 496 páginas, bitono, tapa dura + sobrecubiertas.
Año de publicación: 2015
Precio: 35€
Esta semana quiero recomendaros la que posiblemente sea la mejor lectura del año, estoy hablando de "El escultor", la intimista obra de Scott McCloud.
David
es un joven artista que vive sus horas más bajas en la ciudad de Nueva York.
Solo en el mundo y con su carrera yéndose por el desagüe, parece que su vida ha
tocado fondo de manera irremediable. Pero todo cambiará cuando la Muerte se
le aparece para hacer un trato con él. Le concederá el mayor sueño de su vida,
poder esculpir con sus propias manos cualquier cosa que se imagine, pero a
cambio morirá en 200 días. A contrarreloj deberá replantear sus prioridades y
culminar su obra maestra antes de que se agote su tiempo, pero decidir qué crear le resultará más difícil de lo que pensaba. Para colmo su vida se complicará aún más el día que se
enamora de una intrigante chica llamada Meg.
Cuando hablamos de “El escultor” hablamos de una tragicomedia urbana, una historia agridulce con un regusto semejante al del cine independiente sobre relatos de lo cotidiano, fresco, directo y tratando temas tan universales como el amor, la muerte, el sentido de la vida y el afán por trascender en ella. Y al igual que en otros relatos del tipo (ya sea cine, literatura o cómic) funciona en cierta medida gracias a ciertos estereotipos puestos en escena desde la primera página para que la historia pueda ponerse en marcha.
Cuando hablamos de “El escultor” hablamos de una tragicomedia urbana, una historia agridulce con un regusto semejante al del cine independiente sobre relatos de lo cotidiano, fresco, directo y tratando temas tan universales como el amor, la muerte, el sentido de la vida y el afán por trascender en ella. Y al igual que en otros relatos del tipo (ya sea cine, literatura o cómic) funciona en cierta medida gracias a ciertos estereotipos puestos en escena desde la primera página para que la historia pueda ponerse en marcha.
Esa historia es la de
David Smith, un artista atormentado a quien la tragedia ha acompañado toda su
vida. Sin familia, sin trabajo y viviendo al borde de la indigencia presencia
cómo su única meta y pasión en la vida se desvanece. Y de modo semejante al “Fausto”
de Goethe, alcanzará un pacto con la muerte a fin de poder conseguir su
objetivo. Así, partiendo de un personaje que no tiene nada más que perder en la
vida, Scott McCloud nos propone un relato con el que cuestionarnos nuestras prioridades
en la misma. El artista obsesionado con su arte se debatirá ahora entre dedicarse
en cuerpo y alma a finalizar la obra con la que inmortalizar su nombre o vivir
el tiempo que le queda descubriendo las relaciones humanas y el amor, aún
sabiendo que éste tendrá fecha de caducidad. La pasión por el arte y por la chica
a la que ama se convertirán en el centro de su universo y en el caso del
personaje de Meg cargado de un erotismo subyacente, en su papel de la eterna fantasía
masculina, la chica indescifrable, vital e indomable que tanto desea alcanzar y que se convierte a la vez en su luz guía y en su lastre.
Las cuentas
pendientes, el sentimiento de culpa o el del deber, las obsesiones personales y
el amor son el motor principal que mueve esta historia. Ingredientes que tan
habitualmente chocan en nuestras vidas en ese eterno conflicto entre los sueños
que queremos cumplir y la realidad que alcanzamos. Por eso el relato de McCloud
se hace tan cercano a pesar de la ficción fantástica en la que se acaba
convirtiendo, pues aún teniendo en cuenta el fuerte germen autobiográfico del
que surge la historia, a medida que ésta progresa el componente fantástico va
ganando protagonismo hasta alcanzar su culmen en un capítulo final tan intenso
como agridulce.
El otro pilar sobre el
que se asienta la historia es el mundo del arte, en el que la ciudad de Nueva
York juega en sí misma otro papel de personaje arquetípico. Sus círculos
artísticos y los personajes que deambulan en torno a ellos son el objetivo de
las pullas del autor, quien aprovecha para poner en duda los cánones y los
propios mecanismos que hacen funcionar al mundillo por el que tanto se
obsesiona su protagonista. Unos cánones aleatorios y manipulables que chocan frontalmente con la concepción del arte según David.
El estilo de Scott se
caracteriza por un dibujo totalmente personal, en apariencia sencillo y que
juega más con la insinuación que con la precisión, e incluso con algún destello
de influencia manga reflejado en los rostros de sus personajes. Me ha
sorprendido especialmente su gran capacidad para usar una extensa variedad de
perspectivas y encuadres en sus viñetas a lo largo de todo el cómic, logrando
hacer atractiva una narración que de otra manera podría haberse hecho muy estática
e insulsa, incluso lenta por momentos, desde sus insinuantes paseos por
escenarios reconocibles de la ciudad de Nueva York y sus altas cumbres, hasta
los momentos de soledad en el apartamento de su protagonista. Tampoco es casual
la elección de los tonos azules que impregnan todas sus páginas de principio a fin
de una atmósfera expresamente creada para evocar la soledad, la apatía o la fría
sensación de insignificancia de sus personajes frente al mundo.
“El escultor”
es una obra de gran volumen, nada menos que 496 páginas y Planeta Cómic
ha sido la encargada de publicarlo en España, en formato de tapa dura con
sobrecubiertas a un precio de 35€.
He de confesar que
tras leerla comprendo todo el revuelo que ha levantado y puedo
confirmar que sin duda se encuentra entre las mejores lecturas de este 2015. Por ello y como no podía ser de otra manera, hoy le doy mi sello de aprobación del
Capitán Latinoamérica, esperando que la disfrutéis tanto como yo.
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