domingo, 22 de mayo de 2016

Entrevista a Miguelanxo Prado


Hace pocos días el veterano y reputado artista Miguelanxo Prado (A Coruña, 1958) hizo una visita a la ciudad de Pontevedra para presentarnos su más reciente trabajo "Presas fáciles", un relato policíaco tras el que se esconde un interesante subtexto de crítica social, y que ahora nos llega de la mano de Norma Editorial en su edición en castellano y por El Patito Editorial para su versión en gallego. Junto a él pasamos unos minutos en los que pudimos hablar sobre su carrera, sus gustos y sobre su más reciente obra. Disfrutad de la entrevista a continuación.

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Buenas tardes Miguelanxo, prácticamente acabas de llegar del Salón del cómic de Barcelona, donde creo que se ha presentado oficialmente tu nuevo trabajo "Presas fáciles". Cuéntanos a los que todavía no lo hemos leído ¿Qué nos vamos a encontrar en él?

Bueno, formalmente lo que van a encontrar en primer lugar es una narración policíaca, sobre una investigación de unos asesinatos. Y después, digamos a fondo, van a tener entre manos una cierta reflexión alrededor de toda la estafa que fueron las preferentes y el drama que originó en la sociedad más tarde cuando se fueron publicando más noticias sobre los desahucios, así como todos los problemas relacionados con las entidades financieras. Al final como sucede en la mayoría de mis obras, digamos que esa parte genérica de la historia no deja de ser una excusa para intentar darle vueltas a algún asunto sobre lo que me apetece proponerle pensar al lector, un poco más allá de lo que inicialmente la historia podía aparentar.

¿Y cuál fue el germen de esta historia?

El germen fue la pura realidad. Escuchar una mañana en la radio la noticia brutal de que un matrimonio de ancianos decidiera suicidarse ante la imposibilidad de hacer frente a un proceso de desahucio, de desalojo y de impago de una hipoteca. Porque además sus ahorros habían desparecido todos en un proceso de preferentes de deuda subordinada. Y ante la primera perplejidad que me causó la noticia, yo no daba crédito de que eso estuviese sucediendo, pero después comprobé que efectivamente era así. Y en los meses sucesivos vi que el caso empezaba a cobrar ya aspectos que excedían lo simplemente llamativo de las noticias iniciales del fraude, adquiriendo ese componente estrictamente humanitario. Es decir, tal cantidad de gente que terminaba entrampada en esos procesos y toda la tensión que conllevaba en no pocos casos soluciones no tan terminales como la que tomó aquella primera pareja de ancianos de la que tuve conocimiento.

Parece que últimamente el mundo del cómic bebe mucho de la realidad social que nos rodea, aun tratándola desde la ficción. Es más, da la impresión de que es de los pocos medios que se atreve a denunciar este conflicto sin tapujos ¿Crees que esa realidad presente está fagocitando de algún modo el momento creativo?

Yo creo que el cómic siempre ejerció ese papel. Si pensamos por ejemplo en los años 70 y 80 cuando se hablaba del boom de la historieta española, “El Víbora” no era otra cosa que eso, una revista en la que se constataba una realidad social que muchas veces no tenía cabida en las noticias o en la televisión. Cuando conocías aquella Barcelona de Nazario, de Pons… todas aquellas historias de barrio y el mundo de la droga, pero también el mundo de aquel colegueo marginal… estaban haciendo eso, crónica social, estaban contando una realidad que existía. Creo que esa es una presencia constante supongo que para cualquier medio, pero en el caso del cómic sí es cierto que tenemos esa facilidad especial, porque es un medio entre comillas barato de producir. Si tú quieres hacer una serie de televisión, o una película, o un documental, pues no es algo fácil de poner en marcha, pero esto es tan simple como encerrarte en casa durante x tiempo y ponerte a escribir y dibujar, lo que permite esa inmediatez. Si estuviésemos hablando de que esa realidad acaba ocupando la totalidad del espacio… pero no es así. Hay gente que sigue haciendo humor, otra sigue haciendo aventuras, superhéroes, relato intimista o poético. No creo que para nada esté limitando la creatividad sino todo lo contrario, dando materia para hacer más creación.

Después de tus anteriores trabajos con esos colores tan personales y esa carga estética tan importante, la pregunta inevitable es ¿Por qué llega el blanco y negro?

(Risas) Pues porque la historia no permitía color, es decir, creo que por lo menos yo como autor, cuando hablo de muchos otros sentimientos sí que me resultan compatibles con el color y sí que me pueden ayudar a reforzar unas determinadas sensaciones que le quiero transmitir al lector. Pero en este caso era todo lo contrario, la sensación que tenía era que no podía distraer con situaciones de composición cromática y que la historia era una historia en grises, en blancos y negros. Me parecía obvio que no podía ser de otra manera.


Últimamente he tenido ocasión de entrevistar a otros compañeros tuyos de profesión y muy a menudo te señalan como uno de sus mayores referentes ¿Eso pesa mucho sobre tus hombros o no le das importancia?

Si yo fuera muy consciente seguro que sí, pero como dije hace un rato en la presentación tras la intervención de Luis (Rei Núñez), es obsceno, es decir, eso no puede funcionar así. Eso funciona de puertas para dentro, yo también tengo mi santoral de autores y no lo puedo evitar. También cuando yo los fui conociendo se lo acababa diciendo, pero no lo puedes tomar en serio. Cuando lo dices tú es con el corazón, pero cuando te lo dicen a ti… bueno, pues al final hay que ir para casa y seguir con tu vida, llegas y ves la pila de platos que hay que fregar, la lista de la compra que hay que hacer mañana, el café, no te la olvides la leche, hay que poner la lavadora… y ya está (risas). Acaba ahí la cosa, no da para más. Entonces está bien, porque en el fondo estoy jugando también a ser cínico ¿cómo no me va a gustar saber que compañeros de profesión dicen que para ellos tu trabajo es un referente? Pero tiene que terminar ahí, por pura salud mental no puedes pensar en eso.
Después hay otra cosa, que el trabajo diario te pone en tu sitio. Es decir, tú llegas y el papel está en blanco igualmente hayan dicho lo que hayan dicho. Hace un momento me decían: hay que agradecerle que después de “Ardalén” no se quedó parado. No me quedé parado porque, en primer lugar me encanta lo que hago y lo disfruto como un enano y en segundo lugar porque es fácil echar las cuentas, calcula que si te llevas el diez por ciento del total y esto cuesta… 19€, a lo que le restas el IVA, yo me voy a llevar un euro y poco. Pues imaginad todos los libros que se tiene que vender para que eso dé para un sueldo de dos mil euros al mes… por decir algo. Esa es una de las cosas buenas que creo que tiene el cómic, por mucho que se te vaya la cabeza la realidad te pone en tu sitio de inmediato.


¿Y cuáles son tus artistas de referencia?

Ahí vuelvo a lo que decía antes, yo llegué al cómic muy tarde. Cuando revisas las biografías de la mayor parte de los autores, eran ya lectores devotos y soñaban con algún día dibujar esto o aquello. Yo descubro todo esto con casi veinte años, cuando estoy en la escuela de arquitectura y por lo tanto no tengo esa ligazón sentimental previa, que es muy importante. Descubro todo este mundo cuando ya estoy relativamente formado como pintor y dibujante y ya había comenzado a exponer en galerías. Entonces mis influencias primeras son ajenas al cómic. Lo que pasa es que después descubro ese lenguaje que me fascina al convertirme en lector y ahí llegan autores como Moebius, que me deslumbra inicialmente cuando conozco su obra y veo la facilidad absoluta y la capacidad para crear imágenes. Recuerdo como si fuera hoy la primera vez que me tocó firmar en Angoulême a su lado, estábamos los dos en la misma editorial, Los Humanoides Asociados y de repente llega un tipo que se sienta a mi lado, yo estaba mirando a las tres personas que venían a por mi firma, que ya me parecía todo un éxito y veo que se empieza a formar una cola de cientos de personas y cuando miro de refilón me doy cuenta de que es Moebius. Claro, empieza a dibujar y eso era alquimia pura. Para mí eso sí que fue una epifanía, esa primera tarde con él, viendo como dibujaba, cambió mi modo de entender el proceso de la imagen y fue radical. Después hubo otra gente que me marcó mucho, sobre todo en la sintaxis de cómo contar las cosas, de ir entendiendo los distintos componentes de una historia contada en cómic, fueron importantísimos Muñoz y Sampayo, o Pierre Christin como guionista. A partir de ahí ya fue un no acabar, todos los años descubro algún nuevo autor o autora que me fascina y que al final estoy seguro que aunque sea de manera inconsciente influye en mi manera de trabajar y en cómo veo el lenguaje de la historieta a partir de su trabajo.

Si hiciéramos un recorrido por tu obra nos encontraríamos desde ciencia ficción hasta otro entorno un poco más cotidiano, pero casi siempre salpicado por un cierto realismo mágico ¿Cuáles son tus intereses creativos en ese aspecto?

No lo sé, no tengo una idea así predeterminada. Cuando opté por hacer cómic sí que había una diferencia clara con respecto a los otros medios que yo manejaba en aquel momento, evidentemente cambiaba a cómo me planteaba por ejemplo hacer un cuadro, aquí estaba contando historias, había un componente narrativo dominante. Entonces puestos a contar historias lo que entendí es que me interesaba no simplemente entretener, que me parece algo maravilloso, yo soy el primero también en consumir ese tipo de obras en cine, o en novela, o en cómic; pero en mi caso pensaba que si tenía sentido hacerlo era para intentar participar desde un entorno creativo en mi sociedad. Siempre hay una cierta intención, bien desde el análisis social o bien de otro… Sobre todo lo que más me fascina e interesa es el ser humano como materia prima para crear historias, cómo las personas somos capaces de complicarnos la vida, de tomar decisiones absurdas, de crearnos nuestros propios dramas y cómo reaccionamos cuando se nos vienen encima los acontecimientos. Y eso es lo que realmente va determinando las cosas que voy haciendo. Me encuentro con situaciones o con historias que en un momento determinado me motivan, me resultan atractivas y las voy desenvolviendo, pero no son el resultado de una planificación previa. Es decir, no pienso voy a hacer esto y cuando tenga cuarenta años tendré hecho esto otro. Al principio me preocupaba, porque para los editores ese es un planteamiento incómodo, ellos prefieren una serie sabiendo que ese personaje va a estar vivo durante x años y durante x libros, eso lo entienden bien y saben cómo manejarlo. Pero llegó un momento en el que se acostumbraron, saben que Miguelanxo funciona así. Las cosas iban bien, unos libros funcionaban mejor y otros peor, pero nunca perdí dinero. Llega un momento en que desaparece esa presión y simplemente les digo que me quiero divertir y entonces hago “Presas fáciles”… (risa irónica). Pero no ponen pegas.

Como artista es evidente tu preferencia por los medios tradicionales y más artesanales ¿Qué materiales y técnicas prefieres para trabajar y qué lugar ocupa el digital para ti?

Pues desde hace ya un montón de años, a partir de “Trazo de tiza”, trabajé exclusivamente en acrílico, independientemente del aspecto del acabado, porque hay veces que la gente piensa que es acuarela o que es pastel, pero trabajo siempre en acrílico. Pero… ahora que tanto se habla de la generación digital nativa, yo a veces de un modo un poco provocador con mis hijos les digo, vale vosotros sois los nativos pero yo soy de los que inventó el tinglado. Yo programaba con una cosa que se llamaba CTX Spectrum y que era un cacho de plástico, yo programaba en basic primero y después en otros lenguajes, montaba y desmontaba ordenadores, trabajé en digital desde el primer momento, pero bueno, ya veis. Voy mucho más rápido cuando trabajo y dibujo con algo real y no con la Cintiq. Además por una cuestión de mecánica me parece maravilloso que no exista el Ctrl. Z en la vida real. Tener Ctrl. Z es el mayor handicap que puede tener alguien que trabaje en gráfico. Cuando yo trabajo en digital claro que lo uso, pero yo mismo me doy cuenta de que entro sistemáticamente en eso tan cacareado ahora que se llama el terreno de confort, no hay problema, pruebo y si me equivoco… ups… Ctrl. Z. Que quiero cambiar el tamaño de algo… pues lo modifico. Pero cuando tienes el papel delante tienes que decidir cómo va a ser la pincelada, siempre puedes corregir algo, pero se puede ver que es un trabajo que funciona alla prima. Y eso acaba generando una mecánica de manipulación de los materiales que tiene una frescura especial…
Pensadlo bien, el cómic es un coñazo, supongamos que tenéis un mes de vacaciones, pero el resto del año te pasas día tras día trabajando un mínimo de 8 horas, otras veces 10 o 12 pensando: hola Tabares (personaje de Presas fáciles), aquí estás y te voy a dibujar otras treinta veces más visto desde aquí y desde allá, ya conoces la historia… (suspiro). Necesitas mantener una cierta frescura, por eso dejé de abocetar y por eso prefiero correr el riesgo de tener que coger la página, romperla y tirarla que no meterme en estos procesos. Pero siempre digo que yo lo hago así porque sino no sería capaz de hacerlo de otro modo, no porque sea la única manera de hacerlo. Lo digital lo he usado muchas veces, incluso “La mansión de los Pampín” está coloreada íntegramente en digital, no hay medios naturales a excepción del dibujo. Pero lo que pasa es que me divierto infinitamente más de la otra manera. Cuando termino de trabajar en digital no tengo nada, lo único que tengo es una colección de unos y ceros en un disco duro, pero cuando hago simplemente un dibujito en una dedicatoria de un libro, está ahí, en un papel que la persona se va a llevar, es algo tangible y además entronca con una configuración neuronal del humano que aún está vigente, no sé si dentro de trescientos años eso cambiará, pero hoy por hoy seguimos siendo coleccionistas, seguimos guardando fotos, postales… Tenemos una fascinación de monos por los objetos. Y a mí me divierte especialmente trabajar en medios naturales, pero ya te digo no le hago ascos para nada al digital. En cuanto a los medios, al principio fui utilizando de todo, acuarelas, incluso llegué a usar óleo, témperas… y poco a poco con el acrílico fui encontrando esos resultados muy variados y dúctiles que me permitían obtener resultados finales que podían ser muy cambiantes. Y desde hace un montón de años todo lo que hago prácticamente es en acrílico, incluido el blanco y negro de “Presas fáciles” también.

Para ir terminando, como mencionas, esta faceta de autor de cómic es solo una de las muchas que tienes, así que ¿Qué proyectos de futuro tienes dentro o fuera del cómic?

Pues lo primero, decía que quería divertirme (risas) y hay una historia en la que quería trabajar a partir de septiembre. Lo más aproximado para definirla sería una historia en cierta clave de aventura, a partir de elementos de esa tradición mágica, en concreto gallega, en la que hay meigas, hay demonios, hay trasgos. Pero desde un punto de vista un poco dislocado y un poco diferente. No es una historia en plan espada y brujería o “El Señor de los anillos” ni mucho menos, de hecho está narrada en momento presente. Al final no lo puedo evitar, aventura aventura no me sale, ni me sale Indiana Jones, que aunque me parezca maravilloso yo me pongo y al final mi Indiana Jones acabaría pensando demasiado, o discutiendo… Así que cuando me di cuenta los demonios estaban debatiendo sobre el bien y el mal, pero vi que quedaba bien y que daba juego. Sobre todo no me come demasiado el tarro y no me pone de mal café. Y la verdad es que tengo muchas ganas de empezar ese libro, de hecho el guion estaba ya escrito antes de “Presas fáciles”.
Después hay un proyecto de animación, a pesar de que mi planificación era no  volver a hacer animación en un montón de años, pero me propusieron una historia que es un proyecto europeo, primero dije que no, que tenía tres libros por delante que hacer, que no tenía intención de volver a la animación en una buena temporada, pero el director muy inteligentemente me dijo: te puedo enviar el guion, échale una lectura y después volvemos a hablar. Y la verdad es que cuando llegué a la página veinte ya tenía decidido que lo haría. Ya hicimos un cierto trabajo de producción que se presentó en marzo en el Cartoon Movie. Así que la producción de esta película será durante el 2017-18, para terminar en el 2019 y supongo que estrenar en el 2020. Los tiempos del cine son así. Y eso ya me tendrá ocupado por una buena temporada. Mi intención es no dejar de hacer cómic en el proceso, aunque tenga que hacer algunos paréntesis de unos meses pero mantener un trabajo continuado.

Siempre está bien saber que no nos faltarán trabajos tuyos. Muchas gracias por tu tiempo Miguelanxo.

Gracias a ti.

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Roberto M. Lamosa

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