Autor:
Chuck Palahniuk (guion), Cameron Stewart (dibujo), Dave Stewart (color), David
Mack (portadas).
Editorial:
Resevoir Books.
Formato: 280
páginas, a color, tapa dura.
Año de
publicación: 2016
Precio:
21,9€
Han pasado ya diez años, Sebastian y Marla Singer han tenido un hijo y viven infelizmente casados. Finalmente han alcanzado la vida que siempre habían jurado no tener. Pero esa calma incómoda es la que precede a la tempestad. El perezoso pasar del tiempo ha hastiado a Marla, quien ha empezado a adulterar en secreto las medicinas que contienen el desdoblamiento de personalidad de su marido. Tyler Durden no ha muerto y lleva largo tiempo proyectando cómo recuperar su vida y sus planes. Esta vez serán terribles a menos que alguien lo evite.
No hay término medio, o lo
amas o lo odias. A mediados de los noventa el Club de la lucha surgió súbitamente
como un brutal alegato anarquista que nos abofeteaba en la cara (nunca mejor
dicho), con un ejercicio de autocrítica que se atrevía a cuestionar nuestro
ineficiente modo de vida, intentando hacernos despertar de nuestro letargo intelectual.
Disfrazado como un relato de ficción el texto de Palahniuk cargaba contra los motivos de nuestra insatisfacción
vital, contra la fuente de nuestra infelicidad, contra un sistema consumista y
deshumanizado en el que las personas no éramos más que productos desechables
dispuestos para seguir haciendo girar los engranajes de la bestia. La idea era
hacer tambalear nuestros esquemas preestablecidos y cuestionarnos qué es lo que
iba mal. Pero muchos no comprendieron esas verdades incómodas (o quizás sí) y otros tantos tan solo se
quedaron con el espectáculo de fuegos de artificio que fue aquella (magnífica)
película de David Fincher, una cinta de acción que a simple vista parecía una
gamberrada rebosante de
testosterona destinada al consumo rápido. La gran ironía es que la mayoría ni siquiera sabían de la existencia del libro. Pero todos aquellos que rascaron un poco en la superficie
descubrieron el mordaz mensaje que su autor original quería transmitir, un
mensaje hiriente con el que comulgarían todos aquellos que alguna vez en su
vida hubiesen sentido esa misma deriva del sistema, donde esas falsas necesidades
creadas se acumulaban ya en una montaña de sueños rotos que nunca se cumplirían;
un mensaje que por el contrario repudiarían aquellos otros que vivieran apoltronados
en ese impersonal y vacío modo de vida de la sociedad de consumo.
Pero con el tiempo el mensaje de Chuck Palahniuk se disolvió cual
aspirina efervescente. Nada ha cambiado y la máquina sigue devorando su
combustible. ¿Había llegado el momento de refrescarnos la memoria? Pues parece
que el autor norteamericano creyó que sí y esta vez ha vuelto a la carga junto
al artista Cameron Stewart en un medio totalmente diferente, la novela gráfica.
La propia existencia de esta
secuela es un spoiler en sí mismo, así que procederé asumiendo que todos han
visto o leído ya “El Club de la lucha”.
Palahniuk recupera a sus personajes diez años después de donde nos dejó la
primera historia. Nuestro narrador, alias Jack, ahora rebautizado como
Sebastian vive junto a Marla Singer, con quien ha tenido un hijo. Ahora viven
una insípida y anodina vida de casados como la que siempre habían aborrecido. Y
mientras uno ahoga a sus fantasmas devorando pastillas, la otra sigue acudiendo
a grupos de apoyo para enfermos terminales, donde busca el afecto unidireccional
que no logra en su día a día ¿Pero hasta cuándo se sostendrá esta situación? Quizás
Marla necesite reavivar la chispa y haya empezado a cambiarle la medicación a
su marido. Tyler Durden nunca ha estado muerto, solo enterrado, esperando su
oportunidad para reaparecer. Mientras tanto el largo brazo del proyecto estragos ha seguido creciendo a lo ancho y largo del mundo, solo necesitan una orden para iniciar sus planes largamente pospuestos y que en esta ocasión involucrarán a toda la familia de Sebastian.
Así comienza “El Club de la lucha 2”, con una
historia que en esta ocasión afloja las riendas y se aleja de aquel argumento germinal
tan cargado de reivindicaciones, se trata de una última vuelta de tuerca, un poco justa, pero válida igualmente. Sí, ahí sigue estando el siniestro nihilismo
de Tyler Durden, el anarco-primitivista dispuesto a destruir y reconstruir el mundo a su gusto. Ahí siguen
estando los miedos de Sebastian, vulnerable y consciente de sus limitaciones. Y ahí sigue estando todo ese mundo bizarro poblado de anti-arquetipos
salido de la mente del escritor norteamericano. Pero en realidad en esta
ocasión deriva hacia un desconcertante ejercicio de metaliteratura, una
gamberrada maestra perpetrada por el propio Palahniuk, quien rompiendo las normas
del juego se planta en medio de su propia creación para cuestionar la existencia
de la misma, una metaficción autorreferencial con la que culmina su personal redención
y venganza. Vamos… toda una patada en el culo a
quienes siempre han desvirtuado, deformado y malinterpretado su obra a lo largo de los años (incluidos sus propios fans)... irreverente ironía. Es
difícil saber dónde termina y empieza el
Club de la lucha, pero quizás aquí encontréis algunas respuestas.
En el apartado gráfico Cameron Stewart, a quien ya conocemos
de anteriores trabajos como “AIDP” o “Batgirl” entre otros, rubrica en esta
ocasión un trabajo de casi trescientas páginas marcado no solo por su característico
estilo de dibujo, de trazo firme y anguloso, sino que además en esta ocasión ha
sabido experimentar con estructuras alternativas y elementos invasivos sobre las
páginas que lograran plasmar la visión lisérgica y alucinatoria de ciertos
momentos de la historia. Una apuesta arriesgada, pero que sin duda ha
funcionado. A ello hay que sumarle una vez más el loable trabajo de Dave Stewart a cargo del color, sin el
cual seguramente las atmósferas de la historia no hubieran sido las mismas. En
resumen, un multipremiado tándem artístico de reconocido prestigio que cumple
su trabajo con precisión militar, un dúo con suficientes credenciales como para no defraudar al lector.
Reservoir
Books acaba de publicar este volumen recopilatorio con los diez
números originales de la edición americana, en un cuidado tomo con formato de
tapa dura, que además conserva las portadas originales del artista David Mack entre los capítulos. Todo al
precio de 21,9€, aunque también
podréis encontrarlo al módico precio de 6,99€
en formato digital a través de la web de la editorial.
¿Era necesaria una secuela?
¿Puede esta continuación estar a la altura de su predecesora o por el contrario mancillará el buen nombre del Club de la lucha? Esas cuestiones
os las dejaré decidir a vosotros. Personalmente esta semana le quiero conceder
mi sello de aprobación del Capitán
Latinoamérica.
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