Hace poco más de una semana tuvimos ocasión de encontrarnos con Rayco Pulido, (junto a su hermano Javier) uno de los pocos representantes canarios en el panorama del cómic nacional. Inmerso en plena gira de presentación de su último trabajo se dejó caer por tierras gallegas y no desaprovechamos la ocasión para entrevistarle y charlar un poco sobre "Lamia", un vibrante relato de género negro que nos transporta hasta una Barcelona de posguerra, que vive sobrecogida la llegada de uno de los asesinos más sanguinarios que la ciudad haya visto. Un título que ha despuntado brillantemente desde su reciente salida y del que queríamos conocer más detalles. A continuación podéis disfrutar de las palabras que el autor nos brindó en nuestro encuentro.
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Buenos días Rayco. En primer lugar quisiera felicitarte por este tebeazo que te has sacado de la manga y que tan buenas críticas está cosechando desde que ha salido a la venta. Y siento tener que empezar por una pregunta que creo que todos los autores odiáis un poco y es… ¿Nos puedes explicar de qué trata tu nuevo trabajo sin destriparnos demasiado?
(risas) Primero, muchas gracias
por tus comentarios. Y bueno, sí, es cierto que no se puede destripar
demasiado. Lamia trata sobre una chica que si fuéramos al tema central, o al
motor emocional, digamos que confunde necesidad con deseo. Es un típico motor para
una trama, en este caso no puedo destripar qué es necesidad y qué es deseo
porque eso es algo que tienen que descubrir los lectores, pero sí, básicamente
te puedo decir que es una chica con determinación y tiene algunos problemas y
los resuelve de manera contundente. Poco más puedo añadir, además de que es una historia de género negro, protagonizada por una mujer embarazada y en la que hay varios giros y sorpresas casi desde el comienzo.
Nos
encontramos en principio con ese relato de género negro, pero que al mismo
tiempo nos llega en un momento muy oportuno, porque digamos que el hilo
conductor de esta historia también es en cierto modo el rol de la mujer en la España
de posguerra, en los años 40. Y si me permites establecer el paralelismo, viene
muy al pelo con la situación en la sociedad actual, donde parece que este rol
que se aborda en el libro debería estar ahora obsoleto, pero que aun así sigue
marcando mucho el presente. ¿Resulta muy difícil integrar esa faceta más real
en una historia de ficción de este tipo?
Sí, vamos a ver, lo primero
que dices es cierto, hoy en día las cosas no han cambiado tanto como nosotros pensamos
o queremos pensar, parece más una cuestión de maquillaje, de cómo hablamos…
pero al final escarbas un poco y no estamos exactamente igual pero no hemos
avanzado ni un tercio de lo que pensamos que hemos avanzado. Y luego a partir
de aquí te diré que en la trama realmente los temas sociales no eran una de mis
prioridades, pero estos temas surgen a raíz de que eran necesarios por lo que
estoy tocando, la historia de un personaje, un protagonista femenino,
ambientado en los cuarenta, con lo cual si tú alejas un poco el foco de ese
personaje tienes que ilustrar todo lo que le rodea y es ineludible tocar esos
temas, porque esos temas son los que había. Lo que se comenta de que el rol de
la mujer era o madre, o monja o prostituta, esos eran los roles que tenía la
mujer en esa época. Y es inevitable tocarlos, pero no es una de mis
preocupaciones, el acercarme al cómic social, simplemente la trama me llevó por
ahí, el núcleo de la historia más dramático tenía más que ver con los problemas
personales de ella y no tanto con la sociedad.
¿Cuál
es el germen de esta historia y su protagonista Laia?
Pues surge un poco porque yo
había terminado de hacer Nela y ahí también tenía un
protagonista femenino, pero en este caso era muy distinto a Laia. Las dos son
mujeres fuertes, pero Laia en este caso tiene bastante más determinación que
Nela. Además Nela acababa un poquito mal, con un poquito de bajón y a mí me
apetecía hacer una… no una venganza, pero sí abordar un personaje femenino al
que le pasaran las cosas que la pobre Nela no pudo resolver, ese fue un poco el
germen. Luego todo funcionaba a partir de acotar cosas que quiero ir haciendo.
En ese momento estaba leyendo bastante novela negra, así que quería
encasillarlo un poco en el tema policíaco y demás, todo lo demás ya vino rodado
por la trama. Tenía al menos tres parámetros claros de lo que quería hacer,
personaje femenino, género negro y que habría asesinatos. Normalmente lo
primero que hago es buscar un final y cuando tengo un final empiezo a construir
lo demás, luego la demás construcción surge a partir de lógica, documentación y
un poco de azar también. La información que vas recibiendo durante el período
que estás escribiendo a veces también puede formar parte de la trama, en este
caso un elemento fundamental de la obra es el tema de la radio y el del consultorio
radiofónico de Elena Francis, que surgió por pura casualidad. Estaba
trabajando, pensando en la historia y suelo tener la radio puesta o la tele
puesta, porque nosotros trabajamos en solitario y escuché un corto en el que se
hablaba sobre el programa y ahí hubo un click,
así surgió ese elemento. Ocurre que tienes tres o cuatro ideas malas (entre
comillas) flotando en el aire, hasta que encuentras la pieza clave para empezar
a unirlas y al final acaba surgiendo la historia completa. Son cuatro ideas
malas que se juntan y forman un todo mayor.
Ahora
que lo mencionas, la radio juega un papel muy importante, casi más que como un
elemento como un protagonista más. Mencionabas el consultorio de Elena Francis, que sirvió como inspiración para el consultorio de Elena Bosch aquí en el cómic
¿Fue difícil encontrar material para documentarte?
Bueno sí, al final en internet
puedes encontrar de todo, lo que tienes que tener es paciencia, porque en las
primeras búsquedas siempre vas a encontrarte las mismas cuatro cosas, los
mismos cortes de radio que hay en youtube
o cualquier red social. Pero el tema es echarle horas, indagar, probar
diferentes opciones y al final vas sacando información, desde entrevistas a
personas que trabajaron como guionistas de ese programa, a noticias en
periódicos sobre una masía que había vendido la familia Francis y allí
encontraron un almacén con tropecientas cajas llenas con la correspondencia que
le mandaban las oyentes del programa. También se han hecho otras cosas, alguna
exposición, algún documental en TV3, o sea, que era un programa muy importante
y hay bastante documentación en torno a él. Pero vamos, el proceso es
exactamente igual a cuando buscas documentación gráfica, sobre Barcelona o
sobre cualquier otra cosa. Tampoco soy periodista y no tenía que investigar y
rascar tanto para sacar la información que necesitaba. Al final es una pieza más,
que tú con X información puedes ir cogiendo y manipulando, no necesitas hacer una
tesis.
Refiriéndonos
un poco más a la vertiente de relato negro, mencionabas hace un momento que
estabas leyendo mucha novela policíaca ¿Tienes algún autor o algún título como
referente que te suela acompañar?
Sí, mi referente es Jim
Thompson, que además era guionista de cine y también tiene tropecientas
novelas, unas mejores otras peores. “El
asesino dentro de mi” es una de mis favoritas, la verdad es que leí un
montón de novelas y todas tienen nombres muy particulares… Pero ese título es
la clave, todas funcionan un poco igual, siempre se mete en la piel de una
especie de policía y acaba resultando ser un psicópata. Todo es puro monólogo
interior, entonces tiene gracia, porque el escritor que más me gusta siempre
trabaja a partir de una cosa que yo siempre intento evitar, que es el monólogo
interior, el texto de apoyo, etc… Una cosa complicada es intentar traducir toda
esa información al lenguaje del cómic, lo que los personajes están pensando,
traducirlo en diálogo y en acción, pero que no sea un diálogo reflexivo.
Intentar que sea el lector el que meta toda esa carga del pensamiento de los
personajes, que lo vuelque en los monigotes que están sobre el papel.
Ese es un poco el truco, que el lector acabe reconociéndose en los personajes
incorporando un porcentaje de ellos a la obra.
Siempre me ha llamado la atención, tanto en este como en
anteriores trabajos, el especial cuidado que pones al texto, a lo diálogos o al
discurso de los personajes, ya sea por omisión o por su presencia. No sé si eso
te lleva más planificación que otras partes del cómic.
El texto es fundamental. Yo lo
que intento es eliminar el máximo texto posible y todo el que coloco es un
texto que tiene que ser importante, bien para distraer al lector de cosas que
están pasando, que plantan una idea que va a explotar veinte páginas más
adelante. Y para que la idea no sea tan evidente a lo mejor tienes que recurrir
a ese texto para distraer su atención. O sea, que tiene diferentes funciones. Yo
lo considero una muleta, considero el cómic un medio que debería ser visual,
aunque a veces no lo sea e intento contar todo lo posible con imágenes, por eso
no me corto a la hora de estirar o recortar, entonces sí que pongo especial
cuidado en cómo está escrito, en la calidad del texto y el volumen de texto que
voy a meter, todo lo que pongo es indispensable en ese sentido, porque no he
encontrado la manera de trasladar esa información de manera visual. Entonces
sí, es una parte que cuido desde el principio, luego la vuelvo a estructurar
toda, a reescribir los diálogos y demás. Es importante en el apartado creativo,
esa primera fase del cómic es en la que tienes que estar más atento. El resto
ya es dibujar y que te quede mejor o que te quede peor, que inviertas más
dinero o más tiempo en la construcción de la página, pero eso ya es un tema más
técnico.
En
el apartado gráfico también nos encontramos en esta ocasión con un dibujo más
limpio, por decirlo de alguna manera, de formas más cerradas, geométrico y de
gran precisión. ¿Te ha llevado más trabajo en comparación con anteriores
cómics? ¿Has cambiado intencionadamente mucho esta forma de afrontar el dibujo?
Con
respecto al color, veo que sigues con tu blanco y negro característico. Aunque
en Nela podíamos ver ciertos tonos
dorados, en Sin título eran
amarillos. No sé si tiene algún significado especial para ti, o si simplemente no
te gusta y prefieres manejarte con el blanco y negro.
Sí que me gustaría trabajar en
color algún día. Lo que pasa es que no me gusta es el color ambiental,
simplemente por colorear y que la página quede bonita y hacer un producto más
vendible. A mí me interesa desde un punto de vista narrativo. Encontrar un
punto narrativo al color yo todavía no lo he encontrado. Cada proyecto habla de
cosas distintas, en Sin título utilizaba una especie de ocre que era simplemente
para señalar cosas que eran importantes en la historia, en Nela también usé un
bitono por el que en Astiberri casi me matan (risas), porque se lo pedí
expresamente y al final fueron solo cuatro páginas, acabaron diciéndome que el
cómic era dos euros más caro por culpa del bitono de esas cuatro páginas. Pero
bueno, tiene un sentido, en Nela usaba ese color ocre para representar todo lo que era paranormal en la historia, como eran la aparición de la virgen, cuando la niña escucha a la madre…
Y en Lamia
no encontraba tampoco su lugar. Sí, podía haber usado el rojo para hacer la
sangre y tal, pero es que al final eso estaría muy utilizado y no quería
meterme en jaleos. Además también reproduce distinto, yo quería que la
reproducción fuera mejor para los negros. Cuando metes un bitono, o metes color
la línea siempre tiende a variar, porque tienes que entregar más archivos, es
algo más técnico, no es lo mismo que entregar el archivo en escala de grises, ahí
la línea se conserva mucho mejor y yo quería que la línea fuera lo más próxima
posible a la original.
Remitiéndonos
a tu primer trabajo como autor completo, “Sin
título”, que era una especie de metaficción sobre un autor primerizo (interpretado
por ti mismo) que tenía sus dudas y acudía a la figura de un analista que le
aconsejara… No sé cuánto de autobiográfico podía haber en aquella historia,
pero ahora tras tu tercer trabajo en solitario ¿siguen asomando esas dudas como
autor, o te ves más afianzado en la profesión?
No, todo son dudas, si no
dudas es que tienes un problema. Si estás seguro de lo que estás haciendo y
demás… para mí no tendría ningún tipo de sentido, o sea, en realidad
económicamente no compensa todo este trabajo, si lo hiciera pensando que ya sé
hacer todo lo que hay que hacer y que todas las elecciones son las adecuadas
dejaría de hacerlo, dejaría de interesarme. La raíz de la duda es la motivación.
Sin título es autobiográfico en el
sentido de esas dudas, pero luego la historia no es autobiográfica. Salgo yo en
el fotomontaje, pero únicamente porque era imposible encontrar a alguien que se
pusiera al principio del proyecto, que eran unos tres años antes y a los tres
años volver a llamarlo para terminar el proyecto, era un tema logístico. Pie
de trinchera que es la historia que ocurre dentro de Sin título, es una historia que me sigue
pareciendo interesante, de hecho si la miras con detenimiento, toco muchos de
los temas que toco en Lamia, hay un
asesino en serie, se habla sobre la hipocresía, hay corrupción policial,
muertes por supuesto… el final es bastante parecido también, acaba en alto y
luego volvemos a una estabilidad. Básicamente yo no siento que estuviera
preparado para hacer una ficción académica con un principio, nudo y desenlace, al
final es lo más complicado. Si te pones a ver ficción hoy, no tanto la americana,
pero fíjate en España y todo el mundo opta por hacer biografías, narración
fragmentada, con pequeñas historias ir contando la vida de alguien, mediante el
uso de saltos en el tiempo… eso es relativamente sencillo, entre comillas, que
no se me entienda mal, porque al final estás contando historias cortas que
engarzadas te van contando un arco argumental. Pero montar una historia
académica creo que es lo más complicado que se puede hacer. Y en ese momento de
Sin título yo no me sentía preparado.
Funcionó bastante bien a nivel de crítica y quizás si me hubiera lanzado a
hacer Pie de trinchera directamente
sin ese punto experimental, con todos los arreglos que le puse con los
personajes que hablan sobre él, pues igual no hubiera funcionado tan bien. En
aspecto de ventas flojito y más en Ponent, que no promocionaban demasiado el
tebeo, pero a nivel técnico me ayudó a coger confianza.
Hablando
de ciertos temas recurrentes en tu trabajo ¿Cuál sería el siguiente que te
gustaría abordar en un futuro trabajo?
Por ahora no tengo nada
pensado, ya veré, todo lo que haga en un futuro va a depender de cómo funcione Lamia. Ya he trabajado suficiente y creo
que estoy en un punto en el que más o menos ya tengo una voz propia gracias a
haber ido publicando. Y creo que en un futuro intentaría seguir haciendo
ficción académica, pero me gustaría ir tocando los géneros que me interesan. Aquí
he tocado las claves del género negro, pero también me gusta la ciencia
ficción, me gusta el péplum, también
alguna biografía, pero como hice con Nela
intentar ver las biografías que hay y hacer una biografía distinta, esa
narración fragmentada de la que hablábamos no me acaba de convencer. Se pueden
adaptar incluso cosas que no se han adaptado, obras de teatro, coger una
película y adaptarla al cómic, cosas no se suelen hacer, yo las haría a nivel de
experimentación. En realidad mi carrera es a golpe de marcarme un reto personal
e intentar resolverlo, no estoy demasiado preocupado por el mercado ni por lo
que van a pensar. Simplemente intento hacerlo lo mejor posible y esa es la
mejor manera de respetar al lector, lo demás es estar mirando al bolsillo del
lector, que es muy distinto que mirar al lector.
También
hay que mencionar que Lamia fue una
obra que te llevó cerca de tres años y fue finalizada gracias a la beca en la Maison des auteurs en Angouleme ¿Qué
tal resultó la experiencia allí?
Muy bien, la verdad es que
respecto a la beca de la Maison recomiendo
a todo el mundo que se quiera dedicar a esto que se presente. Y es una
experiencia increíble, supone un salto cualitativo y cuantitativo en cuanto a que
conoces a un montón de autores que son buenos, porque para estar allí tienes
que pasar unos cuantos filtros. Todos tenemos una manera distinta de trabajar,
una manera distinta de pensar, no tiene nada que ver un oriental con alguien de
medio oriente, o nosotros, o los americanos. No recuerdo si eran unos 25 talleres,
así que hay bastantes autores y tienen una política de puertas abiertas, con lo
cual puedes estar allí, obviamente sin entorpecer su trabajo, pero sí que
puedes visitar sus talleres y ver cómo están. Entonces se crea una especie de
complicidad que a nivel creativo es muy interesante. Yo llevé Lamia bastante cerrado ya, con lo cual
tampoco afectó demasiado a lo que estaba haciendo, pero sí que va a afectar en
un futuro, sobre todo a la manera de afrontar el trabajo.
Para
ir terminando, diré que son ya muchas las voces que están apuntando a Lamia
como uno de los títulos del año a nivel nacional, pero aun así percibo cierto
pesimismo por tu parte con respecto al panorama editorial o a la profesión.
No es pesimista (risas), con Lamia soy optimista simplemente hacia a
la expectativa de a ver qué ocurre. Yo creo que más que pesimismo es realismo,
es lo que hay, son pocos los que acaban de vender una primera tirada, en el caso
de Astiberri son dos mil, pero por ahí son mil y es complicado tener una
segunda edición de cualquier título. Y teniendo en cuenta el tiempo que inviertes
y los porcentajes que se manejan… pues te llevas un diez por ciento. La gente
está un par de años y luego se mueve hacia otros caminos, intentan ganarse los
garbanzos por otro lado. Yo ahí estoy a la expectativa, me gustaría seguir ganándome
la vida con el lápiz, pero eso tiene varias maneras de hacerlo, no sólo el
cómic, o no solo trabajar publicando libros en España, puedes intentar cosas
fuera o vender tu fuerza de trabajo en el mercado extranjero (risas). Entonces
ya se verá, no me como demasiado la cabeza con eso. Pero bueno, que no es
pesimista, es una visión realista, para mí todo lo que venga ahora es una
sorpresa, todo apunta a que puede ir bien, me comentan por ahí que Lamia puede llegar a un público bastante
amplio, no necesariamente relacionado con el mundo del cómic, entonces creo que
ahí tengo un punto fuerte, una ventaja y luego se verá. Al final, que el lector
se acerque es lo que determina el trabajo y lo siguiente que vayas haciendo.
Pero nada de pesimismo (risas).
Pues
confiemos que el camino de Lamia sea afortunado y que gracias a él sigan
llegando más trabajos de Rayco Pulido hasta nuestras estanterías. Muchas
gracias por tu tiempo.
Gracias a ti
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Como siempre, antes de despedirme, mis agradecimientos a Banda Deseñada y Librería Paz por hacer posible este encuentro. Y por supuesto a Rayco Pulido por su tiempo y amabilidad.
Roberto M. Lamosa
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